La formación de técnicos industriales y el énfasis en la innovación tecnológica y la estandarización de objetos no fueron precisamente objetivos centrales de la formación que entregaban las escuelas técnicas formativas en el país. Más bien, las llamadas “artes aplicadas” tendieron a incorporar sobre dichos supuestos sus aportaciones artísticas y decorativas. Así, se tornó dominante una enseñanza que privilegió la dimensión estética-simbólica por sobre aquellos aspectos inherentes a la tecnología y la funcionalidad de los objetos. desatendiendo, de forma unitaria, las cuatro fases propias de desarrollo de un producto industrial: el proyecto, la producción, la venta y el consumo. El colapso del modelo económico basado en la exportación de recursos naturales en el contexto de políticas de libre mercado hizo necesario recurrir a la intervención estatal con la urgencia de transformar al sector público en un agente productivo. De esta forma, la adopción del modelo económico de “desarrollo hacia adentro” respondió a la necesidad de insertarse en las nuevas condiciones de la economía mundial que se extendieron hasta bien avanzado el período de posguerra. La realidad determinó que ante la ausencia de agentes dinámicos apropiados y una infraestructura moderna, el Estado asumiera un rol central como garante y promotor del desarrollo económico del país, con el fin de construir las bases de una modernización nacional con un fuerte desarrollo de infraestructuras industriales. Este proceso significó el devenir de dos etapas en el despliegue del modelo económico imperante: una primera fase, que se extendió de 1938 a 1954, de “sustitución fácil de importaciones” en el sentido que el principal factor que impulsó el crecimiento fue la demanda interna por bienes manufacturados; y una segunda etapa de reformas estructurales entre 1954 y 1973, denominada habitualmente de “sustitución difícil de importaciones”, que intentó aminorar la dependencia de los insumos importados e incrementar la eficiencia económica. Previo al cambio, la industria chilena presentaba una tendencia a la producción de bienes de consumo básico y una fuerte dependencia de los productos de exportación, así también de capitales y tecnología extranjera, lo que implicó fortalecer la industrialización nacional de productos destinados al mercado interno. La industrialización del país asomó entonces como una necesidad imperiosa de escenificación del tiempo histórico nacional proyectado hacia un futuro promisorio. Su desarrollo permitiría a Chile abandonar el pasado republicano para insertarse en los cánones de la modernidad que exigía el cambio de siglo; una proyección que demandaba una inminente autonomía respecto de los grandes centros productivos. Pero los afanes industrializadores no sólo tenían una vocación económica; también encarnaban un programa social e identitario destinado a incorporar a los diversos sectores de la población bajo un proyecto común, al amparo de un estado de compromiso y bienestar. En líneas generales, este anhelo modernizador apuntó hacia el fomento de la industria y la propaganda, el otorgamiento de patentes de invención y modelos industriales, y el registro de marcas comerciales ya que se veía con buenos ojos la posibilidad de un cruce entre la artesanía y los adelantos de la tecnología industrial. A partir de la Segunda Guerra Mundial, se buscó el desarrollo de una red de empresas de manufacturas nacionales bajo la tuición del Estado. Ejemplo de ello fue la renovación de equipos y maquinarias que efectuaron las grandes y medianas empresas, lo que trajo como consecuencia un incremento en la importación de estos bienes de capital, así como la mayor proliferación de artículos de consumo. Sin embargo, transcurridos algunos años la etapa de sustitución de importaciones comenzó a evidenciar signos de estancamiento. En este panorama característico de las economías del cono sur, al agotarse la sustitución fácil y entrar a etapas en que se requerían tecnologías más complejas y escalas que superaban las dimensiones del mercado nacional, la industria nacional vio estrecharse sus posibilidades de expansión. Con la llegada del gobierno socialista de Salvador Allende en 1973, se impulsó una política que significó un cambio radical en el sector productivo al intentar generar una racionalización en la fabricación de productos de primera necesidad y de uso cotidiano tales como mobiliario, utensilios de cocina, electrodomésticos e incluso vehículos. Esta iniciativa significó la incorporación del diseño industrial como una herramienta esencial para la concepción y elaboración de ciertos productos, generándose una relación entre teoría y práctica que buscó establecer un programa estatal de diseño.
The training of industrial technicians, the emphasis on technological innovation and the standardization of objects were just not primary aims of the training that the formative technical schools of the country gave. Rather, the so-called applied arts tended to incorporate , over such assumptions , their artistic and ornamental contributions. Thus, an education that favored the symbolic-aesthetic dimension over those aspects that were inherent to technology and functionality of objects became dominant, neglecting as a unit, the four developing phases of an industrial product : Project, production, sale and consumption. The collapse of the economic model based on the export of natural resources within the context of the free market, it became necessary to resort to the State involvement in order to transform the public sector urgently into a productive agent. Thus, the adoption of the economic model of an “inward development”, responded to the need of moving into the new conditions of the worldwide economy, which lasted until well into the postwar period. Reality determined that in the absence of proper dynamic agents and a modern infrastructure , the State took a central role as a guarantor and promoter of the economic development of the country, with the purpose of building the bases for a national modernization with a strong development of industrial infrastructure. This process meant the outcome of two stages in the deployment of the prevailing economic model : A first stage, which extended from 1938 to 1954, of “easy substitution of imports” in the sense that the main factor to encourage growth was the internal demand for manufactured goods, and a second stage of structural reforms between 1954 and 1973, usually called “difficult substitution of imports”, which tried to reduce the dependence on imported supplies and to increase the economic efficiency . Prior to change, the Chilean industry showed a trend to the production of basic consumption goods and a strong dependence on export products and also on foreign capital and technology, which involved the strengthening of the national industrialization of products intended for the domestic market. The country industrialization showed up as an imperative need of staging of national historical time projected to a promising future. Its development would allow Chile to leave its republican past to become part of the canons of modernity that the turn of the century demanded; a projection which demanded an imminent autonomy in respect with the big production centers. But the efforts for industrialization not only had an economic vocation, but they also embodied an identity social program, aimed to incorporate the various sectors of the population to a common project, under a state of commitment and welfare. In general terms, this modernization desire aimed at the encouragement of industry and propaganda for granting invention patents and industrial models, and trademark registration, since it was looked favorably the possibility that handicrafts and advances of industrial technology came across. Since the second world war , the desire was the development of a network of national manufacturing companies under the State supervision. An example of this was the renewal of machinery and equipments done by big large and medium-sized companies, which brought about an increase in import of these capital goods, as well as a greater proliferation of consumer products. However, after some years the stage of substitution of imports started to show signs of stagnation. In light of this situation, proper of the economies in the Southern cone, when easy replacement runs out entering stages which required more complex technologies and models exceeding the domestic market, the national industry reduced its expansion chance. With the arrival of Salvador Allende’s socialist government in 1973, a policy which meant a radical change in the production area was promoted, trying to produce a rationalization in the manufacturing and daily use of basic commodities, such as furniture, kitchenware, electric appliances and even cars. This proposal meant the addition of industrial design as an essential tool for conceiving and elaborating certain products, producing a connection between theory and practice, which sought to establish a State design program.